La Torre del Oro de Sevilla fue levantada en el primer tercio del siglo XIII, en los postreros momentos de los reinos de Taifas. Su nombre en árabe era Borg-al-Azajal, que venía a expresar, que el revestimiento de azulejería dorada que destellaba al sol era como el oro y se reflejaba en el río dañando la vista.
Abu-l-Ulà Idrís al-Mamun fue el gobernador almohade que en 1220 la mandó edificar para defender la ciudad. Cerró también la entrada al puerto con una gruesa cadena que cruzaba el río y se sujetaba en otra torre (ya inexistente) en la orilla de Triana. Esta cadena fue la que partieron los marinos de Ramón de Bonifaz en 1248 con la flota de la Reconquista.
La leyenda cuenta que la Torre del Oro servía como refugio a las damas que cortejaba el Rey Pedro I el Cruel cuyo más celebre amorío fue el de Doña Aldonza, hermana de Doña María Coronel, que vivía aquí en la Torre del Oro mientras que su esposa María de Padilla habitaba en el Alcázar. Posteriormente nuestro monumento pasó a ser capilla y prisión. Arquitectónicamente, es de planta dodecagonal. Presenta tres cuerpos: el más elevado circular, el segundo es de ladrillos y de planta hexagonal que posee decoración cerámica en cintas verdes recuadrando los arcos (grata innovación en su época) y en el primero se superponen tres plantas cubiertas con bóvedas de arista.
Con el paso de los años, el abandono se cebó con la Torre. Así llegó al siglo XVI en un ruinoso estado, lo que obligó a realizar una importante obra de consolidación. Gracias a ella pudo alcanzar el XVIII, en el que el terrible terremoto de Lisboa (1755) sacudió a la ciudad y afectó gravemente a la Torre. Fueron momentos críticos para su futura pervivencia, pues aunque en 1760 se arreglaron los daños y se añadió el cuerpo superior, poco antes el asistente Marqués De Monte Real se planteó su demolición para ensanchar el paseo de coches de caballo y a efectos de dejar el paso de San Telmo al Puente de Triana más derecho. La fuerte oposición del pueblo de Sevilla (llegaron hasta el rey) impidió que se cometiera tal destrozo.
Otra posterior amenaza de muerte le vino de manos de la Revolución de 1868, cuyos revolucionarios, que apresuraron la demolición de los lienzos de murallas, las pusieron a la venta para aprovechar sus materiales de derribo. Nuevamente la oposición popular fue la que provocó que la Torre perdurara.
Hoy en día, La Torre del Oro es tan emblemática para Sevilla como las mismísima Giralda. Alberga un Museo Naval que exhibe variados objetos y piezas relacionados con la vida marinera sevillana y es monumento indiscutible y emblemático para la ciudad, a la que otorga extraordinarias vistas desde Los Remedios y Triana.